He descubierto que nuestros mejores recuerdos se
forman de momentos que ocurren sin que te des cuenta.
Esos momentos que recuerdas como los mejores,
son momentos sencillos que hasta después de un tiempo, ni siquiera considerabas
como recuerdos.
Todos tenemos una escala de valores y ésta varía
según cada uno de nosotros; mi hermana podría contarnos cuál es su escala de
valores para poder compararla con la mía y aseguro, que no se parecen en nada.
Hay personas y personas.
Por ejemplo, uno de mis mejores momentos con mis
amigos ha sido, hasta ahora, una tarde del verano pasado; cuando fui a verlos
jugar un partido de futbol interminable que se jugaba con sus rivales de
siempre.
Hasta ahí, fue una tarde normal; un evento
semanal rutinario.
Como era de esperarse, llovió. Siempre llovía en
sus partidos.
Un jugador de nuestro equipo se lesiono y venían
perdiendo de una manera impresionante; necesitaban un jugador suplente y me
hicieron a entrar a mí.
¡A mí! Yo tengo menos alma de futbolera; y eso
solo demuestra, que estaban desesperados.
Está de más decir que perdieron y que sus
rivales los gastaron una semana entera, todos los días.
El partido termino 7-3; y yo, termine empapada,
con un resfrío quincenal terrible, mis rodillas raspadas y mi ropa
absolutamente negra del barro que había.
En ese
momento, pensé que no había sido una buena tarde.
Pero al tiempo lo recordé, y cambie de opinion.
Y ahi, fue cuando lo descubri; cuando un momento rutinario de mi vida con ellos, paso a ser uno de mis mejores recuerdos.
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