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jueves, 29 de noviembre de 2012

Alcohol

Me dijiste que no me querias.
Me dijiste que todas tus señales, tus miradas, eran solo un producto de mi creativa imaginacion.
Me dijiste que no estaba enamorada; sino obsesionada.
Pero no obsesionada con vos, obsesionada con esa necesidad de sentir amor, con esa falta que uno siente cuando no lo encuentra.

Y puede que hayas tenido razon.
Puede que haya imaginado todo, tus señales, tus miradas.
Pero los sentimientos no pueden imaginarse, no se inventan; se sienten y ya.

Quiza lo nuestro no fuese amor; quiza, ni siquiera fuese cariño.
Pero cuando diste la vuelta y te fuiste, sin mirar atras, senti como si una gran muralla cayera sobre mis hombros, destrozandome, tirandome para no poder levantarme.

Llegue a casa y ya no sentia sangre en mis venas.
Sentia dolor.
Por mis venas corria pena, pena de saber que no eras mio; sentia la pena de saber, que no me querias tuya.

Busque y rebusque en el armario de la cocina algo que calmase mi dolor.
Pude callar, pude calmar a mis sentimientos.
En pocas horas, por mis venas no corria el dolor, no corria la pena.
Corria el alcohol que habia ingerido para dejar de pensar en ti.
Para dejar de pensar.

Y aunque sabia que al dia siguiente cuando despertara, todo seguiria igual. 
Seguiria sintiendo lo mismo, mas el enojo que me causaste, el odio que te tenia (sin ser demasiado).
En ese momento, el alcohol, seria mi mejor amigo para no acordarme de ti.


 
 

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