Somos millones y millones de personas en el
planeta; ¿podes imaginar cuantos corazones existen y cuantas formas de querer
hay?
Hay
corazones que traspasan fronteras, tienen sus propias costumbres y hasta un
idioma particular; te amo, je t’aime, i love you.
Existen corazones dulces como un caramelo o
agrios como un limón; sin embargo quieren igual y a veces, hasta quieren
demasiado.
Conozco corazones con marcas registradas; bigotes
que se sacan por ellas, flequillos que se quedan por ellos.
Los corazones animados, esos son los mejores; se
quieren entre ellos y quieren algo en común. Juegan a que son alguien más.
Yo tengo un corazón gemelo y no es precisamente
el mismo que el de un hombre, sino que es el mismo que él de una amiga; somos
almas gemelas. Es tanto lo que nos parecemos que cada vez que pensamos en eso,
se nos pone la piel de gallina.
Me encanta saber de esos corazones globos; son
esos corazones que nos hacen volar, que nos mantienen lejos del suelo y cerca
de las nubes.
Hay también corazones físicos; altos, bajos,
flacos y gordos. Y por más o menos centímetros que tengan, lo que importa es la intensidad con la
que quieren.
Hoy vivo con un corazón de apertura; es ese corazón
que abre mis puertas y ventanas; que disipa mis miedos y temores, que me hace
abrir aún más mí corazón.
Entre tantos corazones también podemos encontrar
uno parecido al corazón globo; pero esto nos hace volar mucho más lejos
todavía; nos hace vivir en nuestro universo paralelo.
Aunque no queramos existen esos corazones que lastiman
y que nos hacen sufrir; y que por mucho que nos cueste aceptarlo nos enseñan
cosas que de otra manera no podríamos aprender.
Amo a esos corazones que iluminan; que apenas
los encuentras, no puedes dejarlos ir.
Podría seguir nombrando mil corazones más y no
me cansaría de identificarlos. Pero no es necesario; porque por muchos
corazones que existan, todos queremos de la misma manera.
Todos lo que queremos sentir es amor y expresar un te quiero alguna vez.
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