Recent Posts

sábado, 1 de diciembre de 2012

Ocasionalmente



Era una de esas tardes de otoño, donde en el aire solo podía sentirse el olor de la fina lluvia caer, cuando nos cruzamos por segunda vez.
La primera había sido mucho tiempo atrás, cuando los dos éramos jóvenes y ninguno sabía bien lo que quería.
Aún recuerdo lo primero que me dijiste y sonrío, porque fue tu manera de ser, lo que me enamoro en un principio.
“Solo quiero escuchar que me quieres. Sin motivos, sin excusas. Eso es todo”. No supe que contestarte, me tomaste por sorpresa; pero más me sorprendió el que me invitaras a salir y yo te dijese que sí.
Pasaron unos meses y nosotros habíamos salido demasiado ya, una de las tantas veces que trasnochábamos me dijiste que tenias un secreto que contarme, espere ansiosa escucharlo.
“Quiero saber de vos todo lo que sea posible” y con esa frase morí de ternura. Esa noche hicimos el amor por primera vez.
Estuvimos juntos todo el tiempo que pudimos, pero debíamos crecer y nuestros caminos eran diferentes; y lo mucho que nos queríamos, no fue suficiente para encontrar una solución.
Llegamos a esa tarde de otoño. Vos salías de trabajar y yo volvía de la universidad.
Lo primero que me preguntaste fue si podíamos ir por un café y encantada te dije que sí.
Hablamos por horas, como si todos esos años no hubieran pasado. Antes de despedirnos, me dijiste que tenias ganas de invitarme a salir y que te dijera que sí, que querías besarme todo lo que pudieras, y quedarte con ganas de mas, para que esto no se terminara nunca.
Y te bese. Creo que ese fue el desencadenante para que fuéramos a mi departamento y nos trasnocháramos haciendo el amor una vez más.
Solo que ahora ya no éramos jóvenes, sino adultos que sabían lo que querían.
Volvimos a vernos por unas semanas, todo estaba bien, había recuperado el cariño que sentía por vos, ese que nunca perdí pero que había olvidado.
Sin embargo, un día tocaste mi puerta dispuesto a despedirte; sin nada que yo pudiera hacer para impedirlo. Lo único que dijiste fue que no funcionábamos juntos, que nunca había sido así.
Te confesé que me hubiese gustado despertar en vos esas ganas de amanecer decidido a no dejarme escapar nunca más.
Te fuiste, sin mirar atrás, sin dejarme saber que pensabas, que sentías en realidad.
Después de muchos años volvimos a encontrarnos. Los dos habíamos dejado atrás esa idea de jóvenes que lograban cumplir todas las ambiciones que decían tener; habíamos dejado atrás esas ganas de ser adultos entre las sabanas de mi cama, cada noche como si fuese la primera.
Dijiste que había pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, te conteste que si y que estabas distinto. Me dijiste que yo también, pero comentaste que no lograbas darte cuenta de que era lo que había cambiado en mí, preguntaste si podías saberlo. Te conteste que sí, que ya no te amaba; eso había cambiado.
Y ahora yo te tome por sorpresa, ahora vos no sabías que decir.
Me pediste una explicación y te la di, no podía esperar a cruzarte de nuevo para terminar en tus brazos y que vuelvas a dejarme.
No podía soportarlo una vez más. No era tan fuerte.
Pero tenía razón, te marchaste otra vez; como si detrás de ti no quedara nada, nadie. Dejaste todo, lo dejamos todo, como siempre.


0 comentarios:

Publicar un comentario

Yo quiero contarte algo. Vos, ¿que me contas?