Esta confirmadísimo que soy malísima con las
manualidades.
Esa rama de la creatividad la heredo mi hermana
de vaya a saber que pariente nuestro.
Llegue a confirmar esa hipótesis gracias a que
hoy es la previa de San Valentín, el día de los enamorados.
Para decirle que lo quería, además de pensar
hacerlo, decidí regalarle algo hecho por mí misma, con mis propias manos.
Busque en internet, le pregunte a mis amigas y
hasta vi en la tele esos programas de “Hágalo usted misma”; hasta que por fin
encontré lo que me gustaría hacerle.
Una botella de decoración, llena de estrellas de
colores hechas por medio de origami, con una carta dentro que le explicara
cuanto lo quería.
Después de comprar los materiales para dicha
manualidad; me dispuse hacerlo.
Fueron cinco horas de intenso trabajo; cortando
cuadraditos de cartulina para hacer las estrellas; supervisar que todos
tuvieran la misma medida, que haya la misma cantidad de estrellas de cada
color; en fin.
No pude hacerlo.
Me supero la impaciencia.
Volví a intentarlo después de una hora de
descanso, pero no, fue peor.
Ya no tenía ganas y sentía una obligación, el
terminarlo.
Por lo que agarre mi cartera, la billetera, los
lentes, las llaves y el celular.
Fui a la parada, espere el colectivo y tome el
colectivo que me llevo hasta un shopping; busque el local de ropa que le
fascina y le compre una remera hermosa.
Fue una hora entre la idea y la vuelta.
Sin papeles, sin estrellas, sin botellas, sin
desesperación.
Con la remera igual le
demostraba cuanto lo quería y así, todo fue más sencillo.