Te conozco desde hace, ¿cinco años?, cinco años.
Sé todo de ti y tú lo sabes todo de mí.
Cariño, aceptas y te quejas de cuanto te quiero.
Dime, ¿me quieres también?
Quiero saberlo, no importa la forma en que me lo
digas.
¿No puedes decírmelo personalmente?
Escríbeme una carta, mándame un mail, déjame un
correo de voz, una nota pegada en mi puerta, un texto en mi celular.
Encuentra la forma en la que puedas decírmelo y
hazlo.
Siento que en estos cinco años he aprendido a
seguirte la corriente y tú, en estos cinco años, has aprendido a manejar mis
caprichos.
Nuestros padres se conocen; tu madre siente
adoración por mí y mi padre te invitaría a jugar al tenis cada vez que pudiese.
Conozco a todos tus amigos y a esas amigas que
no querías que conociera, también.
Conoces a mis jefes, a mis amigas y a esos
amigos que ya casi no veo.
Pretendes olvidar mis miedos, mis gustos y mis
debilidades.
Yo pretendo no olvidar los tuyos.
Somos vecinos, compañeros, mejores amigos y
apostaría que entre tus sabanas, alguna vez, también nos has llamado amantes.
Entonces, puedes decirme ¿Qué esperas?
Juro y aseguro que he cautivado hasta lo más
profundo de tu ser y tú sabes que te he regalado todo lo que soy.
¿Qué esperas para correr a mi lado y decirme que
no me dejaras ir nunca?
¿Qué esperas entre abrazos y besos, recordarme
esas dos palabras que ya tantas veces quisimos decirnos?
Cariño, temo que si no decides que esperas y
haces algo al respecto, ya no quedara nadie del otro lado de la vereda a quien
puedas decirle algo.
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Yo quiero contarte algo. Vos, ¿que me contas?