Confieso que por mucho que disfruto escribir,
hay veces que me cuesta demasiado hacerlo.
Y eso me enloquece.
Así como puedo escribir veinte textos en unas
horas; también puedo no escribir por veinte días.
Es totalmente ilógico, creo que para que
funcione, tiene que ser algo regular; pero sin embargo, no puedo manejarlo.
Amo dejarme llevar por las palabras, por los
tiempos, los pensamientos y los sentimientos; y por más que quiera, no logro
hacerlo de una forma constante.
Escucho a muchos decir que pueden hacerlo,
porque tienen musas que ayudan en esos casos.
Temo admitir que no es mi caso.
No hay una musa particular que permanezca
conmigo cuando escribo.
No siempre escribo sobre lo mismo ni siempre se
lo dedico a la misma persona.
Yo dependo de lo que me pasa en ese momento, de
cómo me siento y de quien me hizo sentir así.
Últimamente me siento enamorada, por eso, le
escribo al amor y se lo dedico a una sola persona.
Y no es que a veces no escriba porque deje mis
sentimientos en alguna esquina o porque haya perdido ese amor; simplemente no
ocurre.
No logro plasmar en la hoja nada de lo que tengo
en mi mente y en ese momento es donde aparece mi frustración.
No logro comprender el por qué de mí situación.
Reconozco que es una falta.
Pero, ¿falta de qué?
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