Son las
cuatro de la madrugada de un sábado, estamos acostados en tu cama, la que
compartís conmigo desde hace un tiempo.
Esa
noche habíamos hecho el amor y no pudimos evitar desvelarnos, eso nos pasaba
bastante seguido.
Mientras
yo ocupo mi lugar en la cama, vos ocupas el tuyo; acariciaste mi cuerpo, tomaste
mi mano y me miraste a los ojos. Antes de dormirte, me repetiste que me amabas
y que nada cambiaría lo nuestro. Nunca fuimos tan felices como ahora.
Nos
conocimos en mi primer año de la universidad, vos terminabas tu pasantía ahí.
Yo
tenía veinte, un departamento y un trabajo que me encantaba; vos tenias
veinticuatro, un cuarto en lo de tus padres y un hijo.
Cuando
nos conocimos yo recién empezaba con mi vida, vos la habías empezado hace rato;
a mí me gustaba salir y divertirme con amigas, a vos te gustaba llegar a casa
temprano y estar con Eric; yo quería empezar una relación, vos habías terminado
con una.
Esa
madrugada hablamos de lo mucho que nos queremos, de cuanto cambiamos y de todo
lo que crecimos desde que nos conocimos.
Lo
nuestro fue difícil; durante un tiempo fuiste mi profesor, después mi amigo y
mi novio. Tenias una vida que cuidar y nada iba a separarte de eso, no es que
quisiera hacerlo, pero te llevo tiempo confiar en mí, en lo que sentía por
ustedes; pudiste hacerlo y ya no fuimos solo nosotros.
Sé
volvió más difícil después, cuando me engañaste, eso nos alejo. Por mucho que
te quisiera, por mucho que me encantaras; no podía dejar de imaginarte en los
brazos de otra mujer, compartiendo caricias y momentos con ella. Cuanto tiempo
duro eso. Cuanto nos cambio a los dos.
Con el
tiempo todo se volvió menos duro; verte en la universidad, trabajar con ella,
pasar tiempo con Eric. Al principio lo hacía por él, que culpa tenía esa
hermosura de cinco años de lo que su padre hacia, no podía solo alejarme. Mis
días compartidos con él, tenían otro color. Era otra de las cosas que me
gustaban de vos; el maravilloso hijo que criabas.
Pero la verdad es que ese tiempo no deje de pensarte,
no deje de querer encontrarme en tu cama, rodeada por tus brazos, sintiendo tu
perfume.
Fueron
cosas que extrañe.
Ya no
son las cuatro, son las seis. Te veo dormir, me encanta hacerlo, la
tranquilidad sigue invadiendo tu sueño.
Las
cosas que vivimos, buenas y malas, nos marcan. Con el tiempo uno aprende a
superar eso que nos hizo mal e intenta dejarlo en el pasado. Queriendo que esos
recuerdos no estén en el presente, buscando un nuevo futuro. Y luego, nada más.
Hicimos
cosas que nos lastimaron, que ahora, dejamos pasar. También hicimos cosas
buenas, por eso nos queremos más. Los dos crecimos estando juntos y separados;
cada uno se conoció mejor y también lo hicimos entre nosotros.
En unos
minutos Eric va a interrumpir sus sueños para unirse a los tuyos.
Termino
de arreglarme para volver a mí departamento, él no puede verme o todos van a
saberlo. Yo no debería estar acá.
Dejo un
beso sobre tu frente y otro marcado en un sobre que dejare bajo tu teléfono.
Después
de tanto, nada va a importar demasiado, porque todo nos habrá conducido a ese
instante, a esas palabras. Al resto de nuestras vidas, juntos.
Siempre
fuimos parte de la vida del otro; nos complementamos, somos uno.
Por
siempre tuya.
Por
siempre mío.
Por
siempre nuestro.
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