Recent Posts

jueves, 20 de diciembre de 2012

Tarde



Creo que fue un martes de lluvia o un domingo de sol, cuando te vi por primera vez.
Yo estaba con mis amigas almorzando en el restorán de siempre, cuando vos entraste con tus amigos y se sentaron a dos mesas de donde estábamos nosotras.
Al principio solo fuimos dos jóvenes almorzando en el mismo lugar por casualidad; pero al pasar los días, ya éramos desconocidos que se cruzaban de vez en cuando en el mismo restorán. Un día, una mirada llevo a otra, una sonrisa a varias más y terminamos almorzando juntos.

Fue un jueves frio o un lunes de calor quizá, cuando empezamos a salir. Llevábamos varios meses conociéndonos; me enamoraste enseguida, tu encanto y dulzura te hicieron irresistible.
Estaba tan ciegamente enamorada de vos, que me fui alejando de mis amigas y de mi familia por medio a perderte.

No recuerdo si fue un sábado de tristeza o un miércoles de alegría, cuando termine de perderme.
Hacía tiempo que estaba perdiéndome; no podía encontrarme, no me sentía bien, viva.
Tenía necesidad de algo, pero hasta ese momento no sabía necesidad de que.

Fue un viernes gris o un viernes rosa, cuando me di cuenta.
Ya era tarde, había dejado todo atrás; la universidad, mi trabajo. No podía esconderlo más. Lo intente de mil maneras, pero nada funcionaba.

Te conocí y al tiempo me enamoraste completamente, solo vos ocupabas mis pensamientos. Lo único que quería era probar el sabor de tus labios, sentir tu piel, tener tu corazón. Y un día, empezamos a salir. Yo no lo hubiese imaginado, pero paso, y cada día me enamorabas más. El tiempo que estuvimos juntos, fue especial, me hacías sentir bien, todavía me querías. Y de un día para otro, dejaste de creer en mí y por amarte, por no perderte, me fui alejando de lo que más amaba.
Supongo que lo que te canso fue la rutina, o mi amor, la verdad no lo sé. Pero cambiaste y eso también me cambio. Al principio fueron miradas, esas miradas que matan; después empezaste a gritarme, y esas palabras de un momento a otro se convirtieron en golpes. Cuando todo empezó sólo pensé que tenías un mal momento, pero que pasaría y que todo volvería a ser como antes. Con los gritos, también llegaron las flores, los bombones, el arrepentimiento. Pero seguía con vos, porque todavía te quería un poco y tenía esperanzas de que volvieras a ser el que eras. Ya no te arrepentías de los golpes, pero aparecieron las disculpas. Disculpas que con el tiempo se borraron, perdieron sinceridad, verdad. Y para ese entonces, ya estaba sola, perdida, y cada golpe que me dabas era un empujón más hacia el fondo.

Al final no fue un martes de lluvia ni un domingo de sol, fue un viernes nublado, cuando te conocí.
Tampoco fue un jueves frio ni un lunes de calor, fue un sábado templado, cuando empezamos a salir.
No fue un sábado de tristeza ni un miércoles de alegría, fue un lunes de nostalgia, cuando me perdí completamente.
Sé que no fue un viernes gris o un viernes rosa, se que fue un martes sin color cuando morí.
Mi vida ya no tenía variación de climas, porque vos eras una constante tormenta.
Vivía en un aire templado, todo el tiempo; ya no eras ni frio ni caliente, te mantenías indiferente.

Me había quedado sin estados de ánimo, vos me los habías arrebatado todos.
En poco tiempo, habías logrado que ya ni siquiera el negro fuera demasiado oscuro y doloroso.
Me matabas cada día, de a poco. Me quitaste todo, hasta dejarme vacía, sin aire.
Siempre creí que la culpa de lo que me hacías era mía, por no amarte bien, por no saber hacerlo. Pero no fui yo, fue mi amor el que no cabía en tus ideales, el que no era igual a tu forma de amar.
Ahora sé que mi necesidad era de un amor bueno; que no me marque, que no me mate como lo hacia el tuyo. 

Pero de todas formas, ya es tarde.



20.diciembre.2012

0 comentarios:

Publicar un comentario

Yo quiero contarte algo. Vos, ¿que me contas?